sábado, 19 de agosto de 2017

Costumbres I

Kiosco abierto a la tarde. Ningún cliente más. El empleado terminaba de acomodar unos paquetes de galletitas, sin música de fondo. Irrumpí como haría cualquier otro cliente y pronuncié las consabidas palabras, de acuerdo al momento del día:


-Buenas tardes.


Nada. Terminaba de resonar el nylon de las bolsitas recién agrupadas. Quizás el muchacho estaba distraído. Ante la falta de respuesta, insistí.


-Buenas tardes.


Nada. No, no se escuchaba el vuelo de una mosca, porque estos insectos baten las alas a una frecuencia en la cual es imposible que se oiga el ruido que producen, al menos para los humanos. Sí, yo siempre con esos detalles irritantes.

Volviendo a la escena, no comprendía por qué el empleado me miraba, sabía que yo estaba ahí, ya había dicho las palabras mágicas, pero seguía sin responderme. Quizás no las dije con suficiente convicción. Intenté una vez más, en esta ocasión con más fuerza:


-Buenas tardes.


-Buenas tardes (con cierto desgano)


Después, la lógica compra y un Hasta luego de mi parte que cayó en bolsa rota.





No, no voy a decir como algunos señores de 75 años que la juventud está perdida, que ya no hay valores, que los pibes de ahora hacen lo que se les canta y un largo etcétera de reclamos rancios. No tengo interés en desprestigiar a ninguna generación; ni a las anteriores, porque no las vi crecer. Tampoco a las actuales, porque con algunas he compartido décadas de vida. Sí voy a hacer alusión a esas costumbres que están algo extraviadas en la neblina del comportamiento cotidiano.

Los seres humanos somos seres sociales (sí, no me vengan con expresiones modernas del tipo Ay, yo soy re anti social, estoy contra el sistema, cuando voy a los cumpleaños me siento en un rincón y no hablo con nadie, porque siempre estamos en contacto con gente). Repito: somos seres sociales y nos manejamos con reglas para comunicarnos con los demás. Nos encontramos en un proceso constante de intercambio de mensajes, y no hablo necesariamente de WhatsApp.


Desde el cartelito de Prohibido estacionar, pasando por los mapas, los carteles que señalizan una carnicería para indicarnos que allí se vende carne y no tornillos, la música, los libros y sin ir más lejos, estos dibujitos que ustedes están leyendo y que entienden qué significa cada uno de ellos.

Es inevitable que el ser humano se guíe por convenciones, es decir, una serie de reglas a seguir que están aceptadas por la mayoría de la gente. En este caso, se encuentra establecido por norma social de la llamada "buena educación" saludar cuando uno ingresa a un lugar que no es de su dominio, siempre de acuerdo al momento del día. Si no se saluda primero, también es una regla aceptable el responder a dicha interpelación.

Y no hay nada más incómodo que utilizar el saludo como medio de expresión para comenzar un diálogo, una transacción o una conversación cordial y encontrarse con el silencio. Porque si bien lo esperable es que cuando uno ingresa a un lugar sea saludado, no es necesariamente obligatorio: los más tradicionales afirman que eso corresponde al que llega. Pero lo peor, sin lugar a dudas, es no encontrar eco en esa introducción.

Si alguien tiene la buena voluntad de ofrecer un saludo, puede llegar a pensar que no es bienvenido en caso de no obtener respuesta a su invitación. Cuando una persona dice Buenas tardes espera mínimamente que le respondan con la misma frase, aunque carezca de una sonrisa (pero siempre se recomienda agregar una cada vez que uno comienza un diálogo con otro individuo; predispone mejor a la charla).

Esta forma de relacionarse guarda parentesco con otras expresiones tales como Por favor, muchas gracias a.k.a. muy amable, hasta luego y otras de la misma familia que funcionan como un puente para las relaciones humanas, con el objetivo de facilitar el diálogo y que resulten más amenas.

Por supuesto, nunca falta quien sostiene "es algo anticuado" o "ya no se dice más", con una suerte de nostalgia apenada. Tampoco es grave, pero lo cierto es que conservar algunas costumbres para poder comunicarse mejor no hacen daño a nadie; por el contrario, endulzan. Recuerdo una de muchas veces, durante un día muy poco feliz, cuando fui a comprar a un negocio. La empleada me saludó como es costumbre, respondí (aunque por dentro me encontraba anímicamente mal) y cuando estaba por irme, se despidió diciéndome Que termines bien el día.

Parecerá exagerado, pero esa pequeña frase con una gran intención me alegró parte de lo que restaba de esa jornada. Por supuesto, eso depende de la percepción y la sensibilidad que habite dentro de cada uno. Pero si esa opción se encuentra habilitada, tendremos un motivo para encarar mejor una charla y sentir esa breve satisfacción que uno experimenta cuando se siente bien recibido.

De cualquier modo, deseo que tengan un buen día, buenas tardes o buenas noches, dependiendo de la hora en que se encuentren leyendo esto.-

2 comentarios:

  1. Hola, y sí te entiendo completamente.
    Que bueno que le dediques una entrada a este pequeño tema, porque a mí me gustó.
    A veces estas cosas chiquitas son tan importantes. Que te pueden dejar pensando mucho rato.

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    Respuestas
    1. Me alegro que te haya gustado. La idea es hacernos reflexionar sobre pequeños temas que hacen a nuestra vida cotidiana y que quizás no prestamos tanta atención. Besos y gracias por pasar.

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