domingo, 10 de septiembre de 2017

Recuerdos que no voy a olvidar: Adventure Island II (1990)

Internet, torrent, emuladores, etc. eran palabras completamente desconocidas y mejor dicho, inexistentes en los chicos de los años '80. Hoy es hasta asombroso escuchar a los chicos del nuevo milenio oír hablar de temporadas cuando se refieren a alguna serie que están mirando, ya sea de dibujos animados o con personas.

En los '80 pasaban capítulos todos mezclados y arreglate con eso; era casi imposible relacionar el por qué de la aparición o desaparición de determinados personajes, sumado a que en esos años no existía YouTube, lugar que hoy aloja miles de capítulos de un montón de series que se adueñaron de nuestra infancia/adolescencia.

Pero aflojemos un poco con el modo viejo choto. Ya tendremos tiempo para eso. Lo importante es recordar lo bueno o lo que nos iluminó en nuestras gloriosas tardes como lo vimos en ese momento, en colores brillantes y con alegría. Más allá de las series, hoy voy a hablar de otro fenómeno que aún no está extinto del todo: el de los videojuegos.



En los '80 no tanto por los altos costos, pero en la década siguiente ya era más frecuente encontrar chicos o adolescentes con su propia family game, como conocimos en Argentina a la máquina capaz de dejarnos disfrutar de los juegos de Nintendo. Y eran muchos los títulos, como Super Mario Bros., Legend of Zelda, Contra, Goal, Bomberman y otros tantos que podríamos estar todo el día recitando y recordando.

El que ocupa el espacio de hoy es el Adventure Island II. Sí, el del tipito que recorría islas matando con su hacha a hordas enteras de arañas, caracoles, cuervos y además necesitaba frutas y otros elementos para sobrevivir. Sin lugar a dudas, este juego fue uno de los más recordados por quienes tuvieron acceso a una consola de juegos en esos años.

Hoy, está de más decir, los juegos que ocupan el tiempo libre de los jóvenes (y no tanto) son otros, donde están presentes los gráficos en Full HD o directamente 4K, la banda sonora en mp3 a 320 kbps o directamente en ogg; los que cuentan con esa extensión llamada dlc en donde consiguen más escenarios, armas, habilidades y muchas otras opciones que enriquecen su experiencia.



En estos casos, el juego venía todo dentro del mismo cartucho y podíamos disfrutarlo por completo, sin necesidad de agregar ni quitar nada; y mucho menos tener conexión a internet. Dicho sea de paso, conocí el Adventure... de pura casualidad, cuando a mi primo le regalaron su family game a principios de los '90. Sí, leyeron bien, de chico nunca tuve esta consola porque estaba muy lejos de las posibilidades económicas de mis padres.

No significa que mi infancia haya sido infeliz, para nada; pero este tipo de juguetes eran verdaderos lujos que estaban a kilómetros de lo que podría llegar a tener. Cuando tenía trece años y ya estaba por empezar la secundaria, descubrí este gran juego que me marcó esa época (y la actualidad también, para qué negarlo).


Como casi todos recuerdan, Master Higgins -así se llama el protagonista- debía rescatar a su novia de [agregar lo que corresponda según la parte de la saga]. En el primero, de un monstruo siniestro que cambiaba de máscara; en esta segunda oportunidad, por empezar, mejoraron muchísimo los gráficos, la jugabilidad, la banda sonora, la trama y los nuevos elementos.




Seguramente ya saben que hubo un petit quilombo legal con SEGA, puesto que el personaje original era el llamado Wonder Boy, el rubiecito; que los sprites de Adventure... están basados en Wonder Boy. Pero esa es otra historia. Lo cierto es que en Nintendo supo sacarle el jugo a la situación y creó una historia (casi) nueva.

Acá el héroe no estará solo, sino que contará con cuatro dinos (en la tercera parte serían cinco) que lo ayudarán con su tarea de recuperar nuevamente a su novia Tina. El rojo que escupe fuego y puede caminar en barro o lava; el acuático, para nadar con facilidad y reventar las burbujas; el pterodáctilo, para volar y pasar las pantallas más complicadas; y el azul que tira electricidad con la cola y no se resbala en el hielo. Todo eso, a través de ocho islas pobladas de enemigos y peligros.






Seguramente también recordarán que el camino no era fácil; desde la berenjena que se esconde en huevos y quita tiempo, pasando por los sapos rosados, bien traicioneros; los abismos, los pozos de lava, las medusas en el agua o los cielos con nubes haciendo las veces de plataformas.

Quizás la innovación más curiosa resultó en un sistema de caminos en las pantallas que lamentablemente no volvieron a repetir. Al final de cada pantalla, ya habiendo superado el reto, había una especie de bonus donde giraban varios huevos y era necesario elegir uno. Podía dar puntos o vidas; pero dependiendo de cuál se hubiera elegido, llevaba a una parte de la isla u otra. Así, se podía pasar más rápido o más lento, según el huevo que eligiéramos.


Ciertamente, este es uno de los juegos más emocionantes y en su momento complicados de aquella época, siempre hablando de los más populares. Tiene un alto grado de aventura y seguramente a muchos les habrá robado gentilmente horas de ocio, entretenimiento y esas tardes lluviosas o bien esas visitas de amigos a la hora de la merienda.

Al menos desde mi conocimiento, pocos llegaron a las instancias finales y ni hablar de ganarlo o darlo vuelta, como se dice en la jerga. Después de años de haber jugado en la consola, y ya bien entrada la adolescencia, descubrí lo que era un emulador en la casa de mi mejor amigo. A partir de allí comencé a bajar los juegos y a probar mis habilidades ya de más grande. Aún en la actualidad, cada tanto despunto el vicio para ver si puedo ganarlo de una vez por todas. Es difícil la empresa, pero no pierdo las esperanzas.

Seguramente muchos tienen la banda sonora repiqueteando en la cabeza o irán corriendo a jugarlo nuevamente; otros directamente se quedarán con el recuerdo de lo que fue y jugarán una partida al CS Go. Lo cierto es que nadie de los que pudo jugarlo lo olvidará así nomás.


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